Tiene un ritmo propio (denominado “ritmo circadiano”) que le permite mantenerse ajustado con precisión a la rotación de la Tierra, que dura 24 horas. En el mundo moderno, este reloj es modificado de diversas formas debido a la exposición a la luz artificial y los horarios irregulares para comer, para trabajar y para dormir, estropeando la sintonía con el ciclo rotacional terrestre. El desequilibrio entre el ritmo circadiano del organismo y el entorno recibe el nombre de “desincronía circadiana”, algo a lo que la Dra. Wyse le atribuye el incremento de la obesidad en la población.
Pero no todos respondemos igual: el reloj biológico es controlado por nuestros genes y el estudio sugiere que hay personas más sensibles que otras a los efectos de la desincronía. Los habitantes de regiones ecuatoriales, por ejemplo, tienen ritmos muy regulares, por lo que son más vulnerables frente a estos desequilibrios.
Planeta Joy
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